Etiquetas : lameculos, saharauis, ciudadano simple, Sahara Occidental, Ubbi Bucharaya, embajador, Nigeria, Pretoria, desviación de fondos,
Por Mohamed Mahamud Embarec
En el 2012, tuve el honor de contribuir en la mejora y visualización de la agencia oficial de noticias saharaui SPS. Como muestra de agradecimiento por el trabajo cumplido, el difunto presidente Mohamed Abdelaziz me invitó a acompañarle en un viaje a Nigeria con motivo de la investidura del Presidente Jonathan Goodluck.
Viajamos en un pequeño avión de 12 plazas. Entre los pasajeros, además del president y su secretario Abdati, 9 personalidades saharauis, Mohamed Salem, el actual director de la Radio Nacional y yo como corresponsal de la SPS.
Al llegar a Abuja, fuimos trasladados al Hotel Hilton donde habían reservado habitaciones para toda la delegación menos para los dos que representamos a la prensa saharaui. El embajador en aquel entonces, Ubbi Bucharaya, los acompañó a sus habitaciones dejándonos en el pasillo del hotel que estaba repleto de delegaciones diplomáticas que llegaban para asistir a la ceremonia oficial. Había pocas butacas para sentarse y estaban todas ocupadas. A causa de un problema que tengo en las plantas de los pies, la espera de casi 3 horas en ese pasillo fue para mí como una tortura.
Cuando al fín llegó el embajador, nos llevó en su coche a la sede de la Embajada saharaui. En el camino le pregunté si había Wi-FI en la sede. Me dijo que sí. Nada más llegar, nos dejó para volver al hotel donde se hallaba el presidente Abdelaziz. Pregunté a la secretaria, una dama nigeriana, por el Wi-Fi. Me dijo que no había. Le dije, «pero Ubbi me dijo que sí había». Lo llamé por teléfono y me dijo que sí había. Me quedé atónito por la naturaleza de este energúmeno. No pude anunciar la llegada del Presidente a Nigeria por falta de conexión.
A la madrugada del día siguiente, su «excelencia» el embajador mitómano nos despertó para que le acompañemos al lugar de la ceremonia. Le dije que yo no voy a ninguna parte, más que nada por el dolor que sentía en las plantas de los piés. «¡Ah, bueno, vale!», dijo no sin aires de estupefacción.
Me quedé todo el día en la Embajada. En cuanto a mi colega de la televisón, tuvo que ir al pasillo del hotel Hilton para acceder al WiFI y envíar sus correspondencias. Una vez terminada la ceremonia de la investidura, su enana excelencia, me contó alguna bobería sobre que el presidente había preguntado por mí y que le ordenó que averiguara por qué yo me quedé en la Embajada. Otra mentira. Por mi parte, respondí con un silencio total.
Eso fue todo. Al día siguiente, volvimos a Rabuni.
Pocos años después, Ubbi fue designado representante en Bruselas, mi lugar de residencia. Jamás le dirigí la palabra a pesar de que los representantes saharauis en Bélgica siempre fueron bien recibidos en mi casa. Por supuesto, nunca le perdoné el episodio de Abuja ni su falta de consideración por el simple ciudadano que soy ni por mi estatuto de representante de SPS.
Después de casi 3 años en Bruselas, no sé cómo se le ocurrió llamarme para encontrarnos en un restaurante en un encuentro marcado por la hipocresía, mentiras y necedades. Esa cita fue para mí como un insulto a causa de su bajeza.
Varias fuentes fidedignas me confirmaron lo que se cuenta sobre su presunta desviación de fondos cuando ejercía como embajador en Pretoria. Sudáfrica contribuye en el financiamiento de la embajada saharaui en ese país.
Además de lameculos, hipócrita y presunto ladrón, Ubbi Bucharaya busca una estatura política que no tiene ni moralmente ni fisícamente. Por eso, necesita estar en la portada de los medios para curar la enfermedad de su ego desmesurado.
#SaharaOccidental #UbbiBucharaya
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